La estrecha relación entre la obsolescencia programada y el marketing

En la última década, la obsolescencia programada está dando mucho que hablar, habiendo sido aceptada por gran parte de la sociedad, mientras que la otra, se siente indignada por el hecho de no poder disfrutar de sus productos de manera completa, sabiendo que llegará un momento en el que sus piezas fallarán o dejarán de funcionar con el rendimiento que hacían antes. Este concepto viene íntimamente relacionado con el marketing, y en este artículo te vamos a contar las razones de esta estrecha relación.

¿Qué es la obsolescencia programada?

Con total seguridad has escuchado a tu abuela o a una persona mayor decir que antes las cosas duraban más que ahora, e incluso seguro que en casa de tus padres hay una lavadora que la tienen desde tu tierna infancia, pero la que compraste hace cinco años está empezando a dar fallos. A la obsolescencia programada también se la está conociendo como la fecha de caducidad de los electrodomésticos o productos de informática, ya que después de un cierto tiempo, estos tienden a fallar, incluso se han dado casos en los que, un día está en perfectas condiciones, pero al día siguiente parece que no marcha tan bien como debería.

¿En que afecta al usuario?

Cuando un producto está programado para dejar de funcionar a pleno rendimiento después de unos años, lo que causa en el usuario es que este deba decidirse por varias opciones. La primera tal y como nos comentan los expertos de este portal especializado, es la de desembolsar una suma elevada de dinero por la adquisición de un producto nuevo, con supuestas nuevas prestaciones o características que en la mayoría de los casos el usuario no va a necesitar y que hace subir el precio. Por otro lado, en según qué sectores, como por ejemplo el de la informática, cabe la posibilidad de sustituir por piezas de repuesto aquellas en las que se ha encontrado la avería, ahorrando por lo tanto más dinero y pudiendo disfrutar durante un tiempo más el producto original.

Marketing y obsolescencia programada

Cuando hablamos de que la obsolescencia programada es una estrategia de marketing, tienes que ponerte en el lugar del empresario o fabricante de estos productos. Si un usuario compra a día de hoy un producto electrónico, ya bien sea un frigorífico, portátil o móvil, y este no se estropea o no hay que sustituirlo en muchos años, la producción de esta empresa empezaría a caer y, por lo tanto, tendrían que despedir al personal, puesto que no tendrían suficientes beneficios para seguir con la cadena de fabricación. La venta de productos es lo que hace que las empresas funcionen, y si estas funcionan, tendrán que contratar a más personal, o incluso, como ocurre en muchos casos, abrir otras sedes en las que seguir produciendo en masa. Al igual que ocurre en la novela distópica “Un mundo feliz” la estrategia de marketing actual invita al usuario a desechar antes que, a remendar, es decir, a tirar o sustituir por uno nuevo, antes de arreglarlo.

Además de incluir la obsolescencia programada en los aparatos electrónicos, también se busca crear campañas en las que se pueda fomentar esta acción, el cambio por uno nuevo, a pesar incluso que el dispositivo que tengas funcione.

¿Qué repercusiones trae la obsolescencia programada?

Una de las principales repercusiones que trae esta acción se relaciona directamente con la economía del usuario, ya que tiene que soltar, cada cierto tiempo, una gran cantidad de dinero en sustituir los productos que ha comprado anteriormente. De igual manera, en muchas tiendas, ya te invitan a cambiar de aparato en vez de arreglar el tuyo, o incluso te dicen que te sale más caro repararlo, cuando esto no es del todo cierto. Otra repercusión está relacionada con el medio ambiente, ya que cuanto más tiramos, más basura generamos, y más dañamos nuestro planeta, algo que en nuestra sociedad no estamos completamente concienciados.

Estos son algunos de los problemas que genera esta fecha de caducidad en dispositivos, que puede ser solucionada con un cambio de actitud, un cambio en el modo de pensar, menos consumista y más centrada en el aprovechamiento de lo que tenemos, pudiendo en algunos casos, ahorrar mucho más dinero si se repara o si aguantamos el aparato electrónico hasta que este realmente falla o tiene una avería que no puede ser reparada.